Este texto solo pretende ser una provocación para conversar desde el escenario de la movilización, acerca de un tema que viene tomando cada vez más relevancia para los debates de la educación, nos referimos a los estudios de género.
Casi que pensar en proyectos de educativos alternativas que transformen los ámbitos de socialización y las prácticas pedagógicas institucionalizadas o no, pasa por incorporar a la reflexión; el género, lo generacional, la interculturalidad, lo étnico, lo ambiental, la política y la ética entre otros temas, que aporten a superar esas lecturas patriarcales y racionalistas que invisibilizan, discriminan y promueven ejercicios de violencia simbólicas y físicas sobre todos aquellos y aquellas que se presentan como diferentes a los estereotipos establecidos socialmente. Un proyecto de sociedad donde ¨quepamos todos y todas¨, pasa por hacer emerger todas esas múltiples subjetividades que nos habitan, que definen nuestras identidades y nos hacen relacionarnos con el mundo y con los otros/as de diversas formas.
He aquí la importancia de proponer un proyectos de educación critica para la formación de nuevos hombres y mujeres capaces de construir sociedades más incluyentes, que admitan la diversidad y supere la discriminación y la violencia como ejercicios de poder autoritarios sobre otros y otras. Propuestas educativas capaces de reflexionar y generar practicas que superen estos males históricos en nuestras sociedades, pues son fruto del pensamiento colonialista que sigue dominando en nuestros tiempos y que considera como inferiores a grandes segmentos de la población entre los que se encuentran las mujeres, los niños, niñas, los y las homosexuales, los y las personas mayores, los y las pobres, los y las afrodescendientes o las personas en situaciones de discapacidad, entre otros.
1. UN ACERCAMIENTO AL CONCEPTO DE GÉNERO
“El término género aunque tiene múltiples significados en nuestro idioma, como categoría de análisis proviene de la palabra alemana GENDER y fue introducido por la Psicología y la Sociología en los años 50 para distinguir el sexo biológico del género social. Pero fue en los años 70 donde su uso empezó a ser más generalizado por parte de las primeras académicas feministas que encontraron en este término una oportunidad para demostrar porque la desigualdad y la opresión de las mujeres en relación con los hombres, no se debía a diferencias de tipo biológico propias de su sexo sino a fenómenos socio-culturales. (…)Fueron las feministas anglosajonas quienes empezaron a introducir el concepto de género para oponerse a la explicación biologísta que por siglos interpretó las diferencias entre hombres y mujeres solo en razón de su sexo.
Hoy en día el concepto de género se considera una categoría de análisis social que permite al igual que otras, como por ejemplo la edad, la etnia y la clase social interpretar la condición y la situación de hombres y mujeres en el mundo y explicar el por qué las diferencias entre unos y otras requieren no solo del análisis de factores socio-culturales diversos, sino del análisis y la reflexión de las relaciones de poder que las atraviesan” (Saldarriaga Yolanda. 2007).
La categoría de género se ha convertido en parte importante de constructos teóricos y prácticos con implicaciones de orden académico, socio cultural y político, de ahí que este adquiriendo un carácter polisémico a través del cual se va asumiendo diferentes significados dependiendo del contexto cultural e histórico en el que sea leído. Esto ha hecho que su concepciones iníciales se haya problematizado y sus criticas se mantengan porque aun no alcanza a dar cuenta de las dinámicas diversas en la relación entre los géneros.
En el camino de construcción de esta categoría relacional se ha partido de establecer un vinculo teórico articulador llamado el sistema sexo/genero, donde en algunos estudios designa el sexo como el conjunto de características biológicas que diferencia a un hombre de una mujer, mientras que el género es una construcción social y cultural que se ocupa de las diferencias entre ellos, sus relaciones, compartimientos y los roles que le son asignados culturalmente en contextos históricos determinados.
Es aquí donde se configura el viejo debate entre naturaleza/cultura, pues se considera por ejemplo, en un análisis desde lo biológico, que por el hecho de poseer órganos sexuales internos y tener la posibilidad de la procreación, la maternidad es un hecho “natural” para todas las mujeres y no puede renunciar a ella. Con ello sobrevienen todos los roles que se asignan en nuestras sociedades a las madres y que las confina al espacio de lo privado. Mientras que para los hombres, por el hecho de poseer órganos sexuales externos se les reserva el derecho a optar o no por la paternidad, destinándole unos roles específicos y asignándoles como espacio fundamental de sus representaciones, lo público. En un análisis de género, el imaginario de la maternidad es una construcción fundamentalmente cultural que se adquiere en el proceso de socialización, pero que no necesariamente el tener la posibilidad biológica de la reproducción, hace que una mujer opte por ella. En otras palabras la maternidad y la paternidad son más un hecho cultural que natural.
En este sentido podría plantearse que, a partir de la idea que cada cultura tiene de lo que es una mujer y un hombre, se van construyendo estereotipos que se constituyen en un conjunto de crecías que naturaliza una serie de actitudes, comportamientos, imaginarios asignados específicamente a cada género. Es a partir de estos tereotipos que se refuerzan los roles para cada uno de ellos-as, que en nuestros contextos, en muchas ocasiones son discriminatorios y desiguales.
La diferencia entre los géneros al igual que en el casos de las relaciones inter étnicas y religiosas, puede enriquecer las redes sociales y fortalecer la cultura de una sociedad especifica, pero cuando se imponen relaciones discriminatorias y excluyentes se generan conflictos que para el caso de las llamadas violencias de género se expresan en fenómenos como: la homofobia, lesbihofobia, la misoginia, la violencia doméstica, los feminicidios, la violación, el abuso y la explotación sexual, entre otros, que fundamentalmente está dirigida a las mujeres, los niños y niñas, homosexuales o adultos-as mayores.
La construcción socio cultural que ha primado para que se constituyan determinadas relaciones entre los género en occidente, son heredadas de una larga tradición cultural afianzado un modelo que la sociología y la antropología ha llamado, Androcentrismo, caracterizado porque la vida social, cultural, política y económica de cada sociedad está representado en la figura de un hombre blanco, heterosexual, con poder, dueño y centro de todo que lo rodea (las mujeres, los niños, las niñas, pobres, negros/as, indígenas, la tierra, etc). Donde establecen vínculos altamente jerarquizados basadas en relaciones de poder de dominación/sumisión a través de la cual se ejerce la discriminación, imposición y la violencia.
Esta perspectiva histórica de construcción androcéntrica de las sociedades, también se ha llamado PATRIARCADO que “es entendido como un sistema de organización social en el cual el poder se concentra en los varones. Se caracteriza por una relación dispar entre hombres y mujeres en el manejo de la autoridad, el poder, las decisiones. Se interioriza a través de un hondo proceso de internalización educativa (Gutiérrez de Pineda. Virginia. 1988).
Este sistema de organización posee sus agencias (instituciones) que refuerzan cotidianamente nuestros imaginarios y comportamientos entorno a las relaciones de género, como: la educación, la religión, las formas jurídicas, las relaciones políticas, la división social y sexual del trabajo, la familia, los medios de comunicación, el mercado, incorporándose a nuestras subjetividades durante toda la vida. De ahí que las transformaciones que tenemos que hacer, deben tocar todas las dimensiones del ser humano, para lograr relaciones más incluyentes y equitativas.
Los debates actuales frente al género
Desde un enunciado esquemático, podríamos plantear algunos de los debates que se vienen dando en los diferentes estudios de género, como.
1. El debate en torno al sistema sexo/genero, no debe ser el determinante en la comprensión de la relación entre los géneros, que está sujeta a un complejo entramado simbólico en el que convergen imaginarios, representaciones sociales y culturales pues para definir las relaciones entre los sexos no se resuelve necesariamente en la oposición naturaleza/cultura.
2. El análisis de género más tradicional, supone la existencia de dos sexos (hombre/mujer) negando la existencia de otras opciones, que son invisibilizadas en los análisis sociales e incluso en sus reivindicaciones políticas, como los homosexuales, lesbianas, transgeneristas, transformistas, entre otros(as). Hoy los avances científicos que posibilitan el cambio de los sexos, debilita también un análisis de género que se base tan solo en la existencia de dos sexos, y le quita el sentido de “naturalización” que tiene muchos estereotipos de género. De ahí que hoy se hable de GENEROS, usando el plural como una condición para el reconocimiento de otros sexos, que aun no alcanzan a ser reconocidos suficientemente en estos análisis.
3. Es importante enfatizar que la construcción de la categoría de género como constructo de análisis social, responde a enfoques epistemológicos, filosóficos y políticos que provienen de marcos culturales diversos y que en sí mismo no da explicación en su totalidad a las complejas relaciones entre los géneros. Sin embargo, este concepto permití hacer evidente críticamente otros factores que inciden en las relaciones sociales de nuestro tiempo.
4. Una reflexión más política de la implementación de los análisis de género en las prácticas sociales y de desarrollo, ha sido su instrumentalización por parte de diversas instituciones pública, privadas, además de las agencias de cooperación, que han logrado despojarla de sus enfoques más críticos y de su contenido político más radical. Estos tipos de enfoque han venido ganando terreno a través de los programas de desarrollo y de las políticas públicas, logrado reformas en el plano jurídico formal lo que no implica necesariamente que se esté transformando la cultura patriarcal. Este es un asunto a retomar por los-las intelectuales, políticos-as y los movimientos sociales que hoy problematizan los asuntos de género.
Estos debates nos dejan varios interrogantes: ¿cómo superar el análisis binario de la epistemología occidental que coloca la construcción de la categoría de género solo en la relación de dos sexos?, ¿cómo plantearse un análisis de género que descolonice le pensamiento de las lecturas patriarcales que han permeado nuestras educación?, ¿Cómo incorporar a los procesos educativos los análisis y prácticas de género que nos permitan aprender nuevas formas de relacionarnos?.
2. EDUCACION Y GENERO UNA RELACION PARA RESIGNIFICAR
Para efectos de este documento, entenderemos la educación como un proceso de desarrollo humano, social y cultural, dirigido a incidir en la forma como las personas y los grupos crean y asumen la construcción de su propia vida y de sus relaciones. Hablaremos entonces de la EDUCACIÓN como una actividad social, presente en toda la historia de los seres humanos, que en líneas generales representa todas aquellas acciones y procesos, encaminados a la socialización y formación de un tipo de hombre/mujer para vivir, transformar y amoldarse a una sociedad concreta. Como producto histórico, es a través de ella, que se pretende entregar a cada sujeto toda la carga de experiencias humanas acumulada para que sobre viva y se identifique dentro de su grupo social y juegue un rol determinado. Los valores, las actitudes, las formas de ver el mundo, que se pretende porten los miembros de una determinada sociedad se fraguan en la educación, que se imparte desde todas las esferas de la vida humana; el trabajo, la familia, la recreación, la religión, la política, la escuela, la vecindad, los medios de comunicación, la organización, entre otros.
En este orden de ideas podríamos decir que los contenidos propios de la educación, los da la cultura, dándole significados a los múltiples aprendizajes que adquirimos quienes hacemos parte de esas redes de sentidos. Es la educación uno de los escenarios donde se produce y reproduce la cultura.
Es en las diferentes prácticas socializadoras donde interiorizamos aprendizajes acerca de la concepción de hombre y mujer que impone la cultura patriarcal y las múltiples interacciones entre los géneros con sus diferencias, roles y relaciones de dominación y subordinación. Es en “el sistema educativo donde se reproducen prejuicios y prácticas cotidianas, basadas en la idea de la superioridad de uno de los sexos, por tanto es necesario que el sector educativo tenga en cuenta el impacto diferente que las políticas, programas y proyectos educativos tienen en las niñas y niños, para que de ese modo, se atienda las situaciones de inequidad derivadas de las propias condiciones socioculturales” (Domínguez B. 2007. Pg 9).
Parafraseando a Marcela Lagarde diríamos que la educación hace parte de amplio “mosaico cultural heterogéneo que mantiene su cohesión a través de complejos culturales como el sexismo con sus componentes, la misoginia, el machismo y la homofobia, así como el clasismo, el racismo, la xenófila y todos los prejuicios sectarios que conducen a la exclusión del otro, a la negación de la diferencia y a la legitimación de las formas de dominación y opresión que los soportan”.
Desde el siglo pasado, la lucha de las mujeres por el acceso a una educación en equidad y libres de sexismos, ha permitido avances significativos en el campo jurídico, que hoy ha hecho que se comience a plantear proyectos que permeen principalmente las instituciones educativas. Sin embargo a nivel sociocultural aun existe eso que las feministas llaman el techo de cristal, que pone barreras a la superación de las prácticas discriminatorias y sexistas en la sociedad en general y en la educación en particular. Para tomar un ejemplo de muchos que podríamos citar, el acceso de las mujeres a la educación formal ha mejorado significativamente pero “de acuerdo con una reciente encuesta realizada por el Ministerio de Educación, el salario recibido por las mujeres a cambio de su trabajo es inferior al de los hombres que tienen un cargo de la misma condición y jerarquía. Según el estudio del Ministerio, si un hombre profesional recibe un millón de pesos, una mujer con igual nivel de preparación recibe $826.000, es decir, un 17,4% menos. Y si tiene especialización o maestría, su sueldo es inferior en un 21% al que reciben los hombres con igual capacitación”(cita: http://equidad.presidencia.gov.co/comunicaciones/noticias). Esto va mostrando que no basta con reformas jurídicas formales, sino que desde la esfera educativa debemos generar nuevas prácticas que promuevan una democracia genérica que impacte en el conjunto de la sociedad y rompa ese techo de cristal.
Pero paradójicamente, es también la educación un vehículo importante para construir y promover acciones de contra cultura que transforme sus contenidos y construya relaciones sociales más incluyentes, pluralistas, democráticas, en equidad e igualdad de oportunidades, capaz de reconocer la diferencia y resolver los conflictos por canales diferentes a la violencia y la subordinación del otro/a. es también un escenario propicio para alcanzar objetivos de eliminación de las barreras que impiden que las mujeres alcanzasen su total potencial, independientemente de que esas barreras se encuentren localizadas en la escuela, el psiquismo de cada persona, en el mundo del trabajo, la institucionalidad jurídica o la vecindad. Pero también contribuye a que los hombres, de todas las condiciones y características sociales y culturales, aprehendan nuevas vivencias de su masculinidad como condición para romper con los aprendizajes patriarcales de dominación/sumisión. He aquí la importancia de alterar las prácticas socializadoras vigentes para llenarlas de nuevos sentidos que posibiliten el respeto de los derechos humanos y genere cambios al interior de las relaciones entre los géneros.
3. ESCUELA Y GÉNERO
Hace poco presenciamos a través de los medios de comunicación colombianos, la muestra fehaciente de la educación sexista y homofóbica que porta la escuela. “la Institución educativa Leonardo Davinchi de Manizales se negó a matricular a dos estudiantes que se declararon lesbianas. Una vez obligada por la ley, la rectora reintegra a las estudiantes, pero es la misma institución quien promueve entre el estudiantado una concentración que las recibió con insultos y amenazas al ingreso a ella, vulnerando los derechos de las jóvenes a una educación con calidad y sin discriminaciones y violando los preceptos constitucionales y las convenciones internacionales firmadas por el estado colombiano de protección de los derechos de las mujeres”.
Esta situación que tuvo su relevancia por el despliegue que hicieron los medios de comunicación, es más cotidiana de lo que parece. La escuela reproduce dispositivos que obedecen a una cultura altamente sexista, discriminatoria y excluyente, que se expresa estructuralmente en los diferentes procesos pedagógicos.
Si bien, todas y todos los actores educativos llegan a la educación formal con las experiencias necesarias para alcanzar nuevos aprendizajes, es en este contexto institucional donde se afianzan relaciones basadas en una concepción de un sistema de sexo-genero que expresa poderes de dominación-sumisión, incorporados al currículo, los manuales de convivencia, en la gestión administrativa y fundamentalmente en las relaciones intersubjetivas que establece la comunidad educativa.
La escuela que conocemos, privilegia e impone un modelo de relación heterosexual, machistas, andorcéntrica, donde otras expresiones de las relaciones sociales no tienen cabida, por no ser, para muchos de sus actores ¨naturales¨. Aparece entonces en la escuela concepciones de género que van moldeando una idea de mujer y de hombre sustentado en la concepción patriarcal dominante inmersa en lo establecido por una cultura más amplia y determinada por las restricciones que establece el sistema educativo en general.
Para mostrar como aparece atravesado en los procesos educativos y pedagógicos de la escuela, la concepción de las relaciones de género dominantes en nuestra cultura, podemos ubicar por ejemplo los dispositivos simbólicos sexistas presentes en el currículo, que establece una división del trabajo altamente especializado entre los maestros-as en áreas del conocimiento con mayor o menor valoración, por ejemplo; la alta concentración de educadores hombres en la enseñanza las ciencias, las matemáticas, tecnologías, la educación física con alta valoración y representatividad dentro de los imaginarios escolares. Mientras que áreas como las sociales, lengua materna entre otras tienen mayor representatividad femenina, pues tienen una menor valoración y en el caso de la educación superior son consideradas de ¨relleno¨.
En la asignación de los grupos en los diferentes niveles de escolaridad, la división sexual del trabajo en la escuela, se encuentra expresada en la alta participación de las mujeres en los grados de preescolar y la primaria. La presencia masculina comienza a ser significativa en los grados altos de la secundaria y mucho más en las universidades.
Una mención especial merece los llamados manuales de convivencia, donde la resolución de los conflictos privilegia aun, en muchas instituciones educativas esquemas sansonatorios incapaces de reconocer y atender los conflictos de género presentes en las relaciones cotidianas escolares (conflictos amorosos, rivalidades, la homosexualidad, la de roles asignados, los embarazos adolecentes, entre otros). Su concepción conlleva un control diferenciado del cuerpo de las mujeres y los hombres, que van desde el uso del uniforme con altas restricciones de cómo debe ser llevado, que accesorios son permitidos o no y que partes de sus cuerpos pueden ser exhibidos y cuáles no, además del control de los lugares dentro y fuera de la institución y los comportamientos que deben asumir cuando lo lleven puesto (especialmente las mujeres). Hasta como deben ser las expresiones de afecto entre hombres y mujeres.
Por otro lado, la creciente expresión de las relaciones homosexuales en la escuela tampoco tiene respuesta clara, o se sanciona a través de faltas que velan la homofobia o se ignoran, permitiendo que emerja a través del chiste, las burlas o los abusos reiterados a estas personas. ¨la experiencia homosexual es usualmente borrada del currículo oficial. Los jóvenes gay están expuestos a la hostilidad de las directivas de la escuela y de los estudiantes heterosexuales; los maestros, por su parte tienen dificultades para manejar la diversidad sexual¨(R.W.Connell.2001.pg 157).
Otro dispositivo que debería tener un fuerte análisis de género en la escuela, son los materiales educativos que se usan, particularmente los textos escolares. Son en ellos, donde se refuerzan los estereotipos de género, familia y sociedad heterosexual, donde se tiene en cuenta la supremacía de uno de los géneros y se moldea los comportamientos y roles que deben asumir los hombres y las mujeres en su sociedad. Los textos escolares promueven una educación sexista, donde el lenguaje incluyente no tiene cabida, porque en un ¨nosotros¨, caben las mujeres no importan que el lenguaje como representación social y cultural invicibilice a las mujeres como productoras de cultura y ciencia. En los libros de historia de ciencias naturales y matemáticas escasamente se habla de ellas.
Estos ejemplos son solo provocaciones para reflexionar sobre la complejidad que implica hacer un análisis de género en el ambiente escolar y mucho más complejo la generación de acciones que transformen estas situaciones de desigualdad en un escenario tan importante para los aprendizajes sociales. Todo está por hacerse en este sentido, pero también es importante reconocer que las nuevas generaciones de educadores/as que hoy se integran a movimientos sociales por la educación, están abriendo escenarios fundamentales para que este debate llegue a la escuela.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
CONNELL. Rober W (2001). educando a los muchachos: Nuevas investigaciones sobre masculinidad y estrategias de género para la escuela. En: revista Nómadas. Numero 14. Universidad Central. Bogotá. Abril.
DOMINGUEZ BLANCO (2007). María Elvia. Equidad de género y diversidad en la educación. Universidad Nacional de Colombia. Publicado en www.utp.repes.edu.co.
GUTIERREZ DE PINEDA (1988). Virginia. Honor, Familia y Sociedad en la estructura patriarcal: El Caso de Santander. Colombia.
SALDARRIAGA MEJIA. Yolanda (2007). El género como categoría de análisis social. Documento para la escuela itinerante de formación en género y equidad. Corporación Mujeres que Crean. Medellín.
LAGARDE. Marcela (1999). Democracia genérica en: Antología Latinoamericana y del Caribe. Mujer y Género. Periodo 80 – 90. Editora UCA. Nicaragua.
2 comentarios:
Muy interesante el texto, recoge las principale sproblemáticas en cuanto al tema de genero que pasa por la soceiedad y obviamente por la escuela. Creo que se podría trabajar tambien desde una perspectiva histórica a propósito de la división social dell trabajo y de la historía de la maestra en colombia, al respecto recoemdo el texto "Madre y Esposa: silencio y virtud. Ideal dela formación de las mujeres en la provincia de Bogotá, 1848-1868" de Magnolia Aristizabal. Del mismo modo me parece necesario ver tambien la dsicriminación que se le hace a los maestrso homosexuales, creo que es un tema poco trabajado. Al respecto y para el espacio de socialización del texto invitaré a unos estudiantes de la UPN que estan trabajando al respecto y que enriquecerian el espacio. Mis felicitaciones y la verda quede probocado....Víctor Manuel Rodríguez Murcia
Muy interesante el texto, recoge las principales problemáticas en cuanto al tema de género que pasa por la sociedad y obviamente por la escuela. Creo que se podría trabajar también desde una perspectiva histórica a propósito de la división social del trabajo y de la historia de la maestra en Colombia, al respecto recomiendo el texto "Madre y Esposa: silencio y virtud. Ideal de la formación de las mujeres en la provincia de Bogotá, 1848-1868" de Magnolia Aristizabal. Del mismo modo me parece necesario ver también la discriminación que se hace a los maestros homosexuales, creo que es un tema poco trabajado. Al respecto y para el espacio de socialización del texto invitaré a unos estudiantes de la UPN que están trabajando al respecto y que enriquecerían el espacio. Mis felicitaciones y la verdad quede provocado....Víctor Manuel Rodríguez Murcia
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