Hablar de la sistematización es hablar de una práctica investigativa que ha recorrido América Latina en la segunda mitad del siglo XX y los comienzos de este nuevo milenio. En ese sentido, hablamos de un proceso que nació unido a las dinámicas sociales, políticas y culturales que se desarrollaron en nuestra realidad y que llegaron a otras latitudes, especialmente en Asia y África, y como lo muestra alguno de los artículos de esta revista, a Europa.
Hablar de este tipo de investigación en su origen histórico significa hablar de un tiempo en el cual el continente latinoamericano se rebela y desarrolla en las distintas disciplinas del saber, planteamientos conceptuales que intentan salir del predominio de la ciencia eurocéntrica. A la luz de estas discusiones y planteamientos críticos, se gestan caminos y lecturas alternativas como las de la teoría de la dependencia (Faletto), la educación popular (Freire), la teología de la liberación (Gutiérrez), el teatro del oprimido (grupo El Galpón), la comunicación popular (Kaplún), la investigación-acción participante (Fals Borda), la colonialidad del saber y el conocimiento (Quijano), prácticas que surgidas en nuestro continente tienen una perspectiva histórica contextual muy clara, en cuanto plantean que el conocimiento es situado con una historicidad propia e implica una apuesta por transformar las condiciones de vida de las personas que son relacionadas con y afectadas por él.
En ese sentido, estas prácticas inauguran desde nuestra realidad una crítica a una episteme del conocer que se ubica como única y que excluye las otras que se generan en lugares diferentes a ella. Por ello, al interior de la propuesta de sistematización como forma de producir saber y conocimiento desde la práctica, que acompaña la acción práctica que realizan las propuestas anteriormente reseñadas en los contextos propias y en otras latitudes, va emergiendo desde su quehacer un discurso que al discutir la episteme del conocimiento científico ubica la legitimidad de él en un contexto histórico en el cual el inicio de la modernidad europea toma forma como LA MANERA de explicar y entender el mundo. Ello se hace concreto en la triada Descartes-Galileo-Newton y se materializa en el método científico.
El saber de práctica, al enfrentar la pretendida universalidad de ese episteme, le señala también que no es la única forma de producir la verdad sobre lo humano y la naturaleza, y desde las realidades de nuestro continente, le muestra cómo invisibiliza otras epistemes que no se hacen afines al proyecto de universalización de Occidente y a esos otros sujetos que producen ese otro conocimiento no encausado bajo las formas de la episteme del conocimiento científico.
En su relación con los movimientos sociales, algunas de las expresiones como la investigación-acción participante, la educación popular, la teología de la liberación, develan ese carácter universal, como parte de un proyecto de saber y poder muestran que hay también un saber y un conocimiento que existe y es producido por grupos que han sido colonizados y negados en su saber, produciendo un fenómeno de subalternidad en el pensamiento muy visible en indígenas, afros y mujeres.
En esta tradición se inscriben infinidad de pensadores, organizaciones, movimientos, grupos universitarios, que antes de la caída del socialismo real propugnaban por una especificidad latinoamericana no sólo cultural sino en la esfera del saber y del conocimiento y del tipo de transformación social y que después de ese derrumbe mantuvieron viva la crítica y los valores de búsqueda por construir otro mundo posible. Dos de ellos, João Francisco de Souza, de Brasil, y Carlos Núñez, de México, a quienes solicité artículos para esta revista, han muerto en estos últimos días. Sirva esta publicación como una memoria a ellos dos. Por problemas de edición sólo aparece la foto de João y su entrevista recuperada, ya que no contamos con el texto de Carlos.
Estos dos pensadores, así como la infinidad de grupos que han hecho vida esta problemática, plantean que epistemológicamente hay que enfrentar el paradigma positivista, en el cual la ciencia produce conocimiento y la práctica lo que hace es aplicarlo. Recupero algunas discusiones con João, en donde acordábamos que la sistematización es una forma de investigación que intenta romper esas dicotomías sobre las cuales se ha construido el conocimiento en Occidente: naturaleza-cultura, público-privado, razón-emoción, conocimiento científico-saber local-saber popular, conocimiento natural-conocimiento social, conocimiento experto-conocimiento lego, trabajo manual-trabajo intelectual, y el pilar sobre el cual se construyó ese proyecto la separación sujeto-objeto, el pensar estos aspectos como separados, jerarquizados e irreconciliables en donde la producción del conocimiento científico le corresponden a unos individuos denominados investigadores por la posesión de un método, y una legitimidad institucional. En cambio, el otro saber sería precisamente el que no cumple con sus características de rigor y veracidad.
Por ello, la sistematización, al plantearse en el horizonte de un paradigma alternativo se hace la pregunta por el status de la práctica y muestra que el proceso de acción-saber-conocimiento no son niveles separados de la misma realidad, sino que están entremezclados, existen como relaciones, flujos, acumulado social, y entre ellas se produce una porosidad en donde ellos se entremezclan. Por ello se postula la necesidad de salir de la antinomia saber y conocimiento científico como enfrentados y ello significa dotar de sentido el saber, darle un status, deconstruir las diferencias instauradas por la mirada eurocéntrica y por lo tanto se exige deconstruir la manera de comprender el conocimiento científico y su sistema de reconocimientos, y en algunos casos, construir un campo inter-epistémico nuevo.
Pensar estas relaciones nuevas significa reconocer que los saberes tienen potencia propia para convertirse en teoría o hacer el camino que conduce a esa teoría y ahí encontramos que ese status debe ser construido y ha sido el esfuerzo de la sistematización durante estos últimos cincuenta años, desde sus inicios, en cuanto ha colocado y visibilizado unas formas de praxis, unos procesos de acción social, unas prácticas profesionales que hacen intervención o relación de ayuda, unos saberes locales y populares, y los ha colocado en relación con la teoría, produciendo conceptualizaciones derivadas de estas prácticas y que llevan a reconceptualizarlas y a mostrar a su interior la calidad de la relación que se produce en ellas, al mismo tiempo que se generan dinámicas sociales de transformación de procesos, instituciones, estructuras mostrando que ella modifica realidades y empodera colectivos y subjetividades.
Bajo estos presupuestos se ha ido ganando la certeza que en la acción existen saberes y de igual manera, en el nudo de relaciones que se construyen se crean, se procesan y se reconstruyen, y que a pesar de la minusvaloración que se hace de la práctica, éstos generan saber, conocimiento, sabiduría, emociones, sentidos, apuestas políticas y ética, y que cuando se hace el trabajo de visibilizarlos, no son formas minoritarias del conocimiento científico, ya que lo conciben a éste, se diferencian y muestran su nudo de relaciones. Esto es muy visible en la infinidad de procesos de sistematización desarrollados en el continente y algunos de ellos planteados en este texto.
Nos encontramos en los procesos de sistematización con prácticas epistemológicamente vivas, que al disponer de todos los dispositivos para hacer que se constituyan en experiencias, el proceso sistematizado ayuda a construirlas, a hacer visibles sus finalidades, a mostrar la experiencia de los sujetos de la práctica, a construir el nudo relacional desde las acciones que la constituyen, que se forjan en la interacción del sujeto con el mundo, que hace que estos sean complejos, reflexivos, innovadores, empíricos, pero ante todo, cuando se colocan las posibilidades para realizarlo, productores de saber y de teoría.
La sistematización a medida que se desarrolla ha venido construyendo un campo propio derivado de las prácticas que hacen el camino a convertirse en experiencias y por lo tanto con su conceptualización, sus metodologías, sus dispositivos, y acumulado. Y allí concurren hoy, grupos populares, movimientos sociales, los prácticos en la acción, las profesiones de intervención y ayuda, y en este tiempo, muchas de las profesiones técnicas pragmáticas que requieren explicitar su teoría. Por ello, el concebir diferentes tipos de acción permite reconocer la práctica como fuente de saber y conocimiento, lo que ha llevado en el último tiempo a ir perfeccionando las metodologías que hacen posible el paso hacia una enunciación categorial rigurosa que permiten encontrar esa reflexividad crítica en la acción, mostrando la riqueza de los procesos que van más allá de los resultados.
La consolidación de la propuesta de sistematización ha llevado en el último período no sólo a encontrar sus productos conceptuales visibles en libros, vídeos, cartillas que circulan como producción en muchos lugares, sino que muestra una perspectiva metodológica plural, en cuanto han emergido diferentes entendimientos y enfoques, mostrando un campo fértil de debate en la riqueza epistemológica subyacente a esta diversidad conceptual y que usted, amable lector o lectora, encontrará y recreará en los autores invitados a esta revista, a quienes agradecemos su generosidad de haber trabajado ad-honorem pero con el convencimiento de que aportamos a un debate necesario en el saber y el conocimiento desde nuestras realidades.
Sirvan también estas páginas como un homenaje a Carlos y João, diciéndoles que esta Revista es el testimonio vivo, de que la siembra ha dado sus frutos, el terreno se sigue abonando y cuentan con recreadores de esas lecciones que aprendimos con ellos. Paz en su tumba y ánimo a los luchadores que continuamos, para seguir ampliando la problemática. Buen viento y buena mar.
Marco Raúl Mejía
Programa Ondas - Colciencias
Planeta Paz
Expedición Pedagógica Nacional
A propósito del saber que se produce y como se produce en la sistematización*
(Primer Borrador)
Marco Raúl Mejía J.
Planetapaz
Expedición Pedagógica Nacional
“Alicia observó con mucho interés cómo el rey sacaba un enorme cuaderno de notas del bolsillo y empezaba a escribir en él. Se le ocurrió entonces una idea irresistible y, cediendo a la tentación, se hizo con el extremo del lápiz, que se extendía bastante más allá por encima del hombro del rey y empezó a obligarle a escribir lo que ella quería.
El pobre rey, poniendo cara de considerable desconcierto y contrariedad, intentó luchar con el lápiz durante algún tiempo sin decir nada; pero Alicia era demasiado fuerte para él y al final jadeó: ¡Querida! Me parece que no voy a tener más remedio que conseguir un lápiz menos grueso, no acabo de arreglármelas con éste, que se pone a escribir toda clase de cosas que no responden a mi intención…
¿Qué clase de cosas? Interrumpió la reina, examinando por encima del cuaderno (en el que Alicia había anotado: el caballo blanco se está deslizando por el hierro de la chimenea, su equilibrio deja mucho que desear). Eso no responde en absoluto a tus sentimientos, dijo la reina.”
El rey y la reina en Alicia a través del espejo
Es largo el camino recorrido por las prácticas y los procesos de sistematización que se han desarrollado en América Latina. Estos procesos, nacidos de la mano de los proyectos de desarrollo y de los procesos de educación popular, han construido una larga práctica de producción de saber que, a su vez, han ido generando una serie de escuelas y concepciones muy variadas que, sin embargo, se enmarcan en una misma cosa: una producción de saber y conocimiento desde las prácticas, teniendo en cuenta el saber de los actores de ella, que buscan la transformación de actores, procesos y sociedad mayor.
Partiendo de este gran tronco común, cuando se analizan con detalle las propuestas de sistematización, se encuentra que sus fundamentos y la manera de entender los principales aspectos de ella, vienen de corrientes teóricas, epistemológicas y metodológicas muy variadas. Esto significa que ese terreno de la sistematización comienza a ser desarrollado desde diversas concepciones y marcos teóricos, en donde entran en juego no sólo las concepciones del conocimiento y el saber sino también y, ante todo, sus entendimientos de la práctica, de la experiencia, del sentido y la perspectiva política en que inscribe su quehacer.
Por ello, cuando hablamos de sistematización partimos de un punto en común; pero, en cuanto al entendimiento de los diferentes aspectos que la componen y de sus desarrollos, nos estamos refiriendo, bajo el mismo nombre, a prácticas muy diversas y concepciones muy variadas: desde quienes la inscriben en el puro campo de la descripción y la recolección de datos, hasta quienes le dan una forma de praxis para transformar y, quienes le niegan su condición de investigación, pasando por las concepciones hermenéuticas y de juegos lingüísticos, hasta quienes la consideran una investigación más sin una especificidad propia, y la asimilan a un proceso investigativo de las ya existentes.
Por ello, hablar de sistematización en estos tiempos significa explicitar las apuestas que se ponen en juego al realizarla y cómo, desarrollar procesos metodológicos específicos para la actividad sistematizadora, implica tener claro que se hace una opción al interior de variadas concepciones que determinan el tipo de sistematización que se va a realizar y de práctica política y social que la transforma. Por eso es posible hablar hoy de diferentes concepciones de sistematización y jugar en ellas apuestas de sociedad, de sentido y, en últimas, de una forma de organizar la acción humana y las transformaciones derivadas de ella.
En el sentido del lápiz del rey que Alicia maneja, en la cita con la cual doy inicio al presente texto, quien maneja sólo técnicas de sistematización de manera instrumental creyéndolas neutras, se encontrará trabajando su sistematización y su práctica, con una especie de mano invisible que conduce lo que escribe; así pareciera que lo que concluye el actor de práctica, es su texto.
Igualmente, muchas sistematizaciones terminan introduciendo teorías externas a la práctica, que en mucha ocasiones, suplantan el saber y la teoría que subyace a ella, y terminan evitando que se produzca un real saber de práctica; por tanto, es necesario estar muy alerta, pues existen muchas maneras mediante las cuales las travesuras de Alicia no dejan que el saber de práctica emerja con toda su potencia como saber popular y de resistencia.
1. Sistematizando entre la evaluación y la investigación
“¿Podría decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí?
Eso depende de a dónde quieras ir, respondió el gato.
A decir verdad, no me importa mucho…
Entonces no importa qué camino tomes…
…siempre y cuando llegues a alguna parte –continuó Alicia a modo de explicación.
Oh, llegarás, puedes estar segura si caminas lo suficiente! Eso era innegable, por lo que ensayó otra pregunta”
Diálogo de Alicia con el Gato.
La literatura ha sido siempre más rica que muchas de nuestras explicaciones venidas de las ciencias sociales. Con claridad Alicia nos plantea cómo la sistematización en un primer momento, en su punto de partida, debe responder su primer pregunta: ¿para dónde vas?, es decir: ¿para qué sistematizar?, ya que la respuesta da orden a muchos de los aspectos del desarrollo de la práctica sistematizada.
En sus inicios, el proceso sistematizador fue trabajado para desarrollar procesos de evaluación. Allí, tomó el camino de las descripciones, las reconstrucciones, la introducción de análisis externos que, a manera de teoría, enriquecían la descripción buscando producir ese sistema mayor explicativo en el cual se movían las prácticas.
Posteriormente, tratando de salir de las explicaciones simples y muy descriptivas, la investigación trató de darle una mano y fue allí cuando se introdujeron elementos de la hermenéutica, del interaccionismo simbólico y de la lingüística para tratar de dar cuenta de esas prácticas que diferentes profesionales desarrollaban, en la acción, en nuestras realidades. Por ello, una entrada a la sistematización va a requerir pensar la historia de ésta y las concepciones que se han movido en nuestro continente, ya que sus desarrollos lo son también de la discusión política y epistemológica sobre la producción de saber en una realidad como la latinoamericana.
La sistematización hoy es un terreno de saber que se ha constituido en un campo propio, permitiendo que la práctica de los sujetos y actores sea convertida en un lugar de saber. Por ello pudiéramos decir hoy que la sistematización se ha constituido como un campo intelectual propio en la esfera de la producción de saber. En ese sentido no es evaluación, no es investigación en el sentido clásico del término y abre un espacio específico en donde intenta colocarse al lado de otros enfoques de investigación cualitativa, dotando con capacidad de saber a esa práctica y a los actores de ella.*
Otro elemento importante de la sistematización es que convierte en actores y productores de saber a los propios sujetos de la acción. Por ello no recorre el camino del estatus investigativo que otorgaba éste desde los estrados académicos a sujetos del mundo universitario, de las ONGs, o de los agentes externos que hacían su intervención social.
En ese sentido, la sistematización otorga un estatus propio a aquellos que realizan la práctica y, a la manera gramsciana, los convierte en intelectuales que van más allá del sentido común y logran hacer una elaboración propia, evitando la separación objeto-sujeto y, a través del camino de subjetivación-objetivación, convierte a éstos actores en productores de saber, retornando la integralidad humana (teórico-práctica) a sus vidas.
Podemos afirmar que la sistematización, como ésta peculiar forma de investigación, es una creación latinoamericana de la década de los setenta, paralela a las elaboraciones de este continente sobre: la investigación acción participante, la teoría de la dependencia, la teología de la liberación, la comunicación popular, el teatro del oprimido y la educación popular de las cuales está muy cerca. En ésta perspectiva, muchos de los pensadores de la sistematización lo son de éstas prácticas en cuanto buscan producir saber de ellas.
Igualmente, el tipo de saber y proceso metodológico que se sigue no es estandarizado, sino que está determinado por los niveles de desarrollo que presenta el grupo de práctica, así como el lugar de práctica que se determina va a ser sistematizado.
Por ello, la segunda pregunta que se responde es: ¿qué vamos a sistematizar? y también ¿cuál es el lugar del actor de práctica? En esta perspectiva, podemos decir que la sistematización establece una distancia con el positivismo (así algunos autores intenten plantear que ciertas formas de ella todavía están presas en el positivismo ). Igualmente, la mayoría de corrientes de sistematización rechazan la neutralidad valorativa del proceso investigativo y, por lo tanto, se alejan del “método científico” en sus pretensiones de ver objetivamente y determinar las condiciones del sujeto en ese conocimiento.
Se reconoce una cercanía de los procesos de sistematización con algunos enfoques de la investigación cualitativa como la Investigación-Acción Participante y la Etnografía. Sin embargo, la sistematización radicaliza y lleva a diferentes lugares algunos de los postulados de estas concepciones, en cuanto que la producción del saber se hace desde la práctica, la generación de conocimiento es desde los actores mismos de ella que, convertidos en sujetos productores de saber, van más allá de la antigua condición de portadores de prácticas y de saberes diseñados por otros.
En ese sentido, la producción en la sistematización se hace desde el proceso mismo y no sobre él, lo que significa un camino por el cual los sujetos de la acción se empoderan logrando no sólo saber sobre su práctica, sino entrando con un saber en las comunidades de acción y pensamiento para disputar la manera como éste se produce, se imita y se distribuye.
Como en el texto de Alicia, hay más claridades básicas para iniciar el camino sistematizador cuando se tiene claro ¿para qué sistematizar? ¿qué se va a sistematizar? Cuál es el lugar de la práctica y desde qué concepción ¿quién sistematiza?
2. La sistematización es producción de sentidos y enunciados a partir de las prácticas.
“Replicó Alicia, desearía que no siguieras apareciendo y desapareciendo tan repentinamente. Una se marea así.
Muy bien, contestó el gato, y esta vez se esfumó muy despacio, comenzando por la punta de la cola y terminando con la sonrisa, que permaneció un rato después de haber desaparecido el resto del cuerpo.
Uff. He visto a menudo gatos sin sonrisa, pensó Alicia, pero una sonrisa sin gato es lo más extraño que vi en mi vida.”
En las visiones más primigenias de la sistematización se plantea ésta como descripción, en otras como reconstrucción objetiva o histórica de las prácticas y, en algunos casos, se intenta construir una especie de secuencia cronológica que dice cómo transcurrieron ellas en un período de tiempo determinado. Sin embargo, la sistematización es fundamentalmente una producción de enunciados y opera como un ejercicio de re-creación de la realidad más que de simple reconstrucción o descripción.
Esto significa que la búsqueda de una práctica está más allá de los datos empíricos que intentan constituirla y la enunciación que se pretende hacer, lo es de las líneas de fuerza que han determinado la existencia de esa práctica; por ello, no es la elaboración de un esquema histórico que reconstruye linealmente cómo acontecieron los procesos; en el sentido de Alicia, no es un espejo que me permite describir lo que veo, o un espejo retrovisor para ver el pasado.
Toda práctica está construida de líneas de fuerza que no van en una sola dirección, sino que constituyen múltiples direcciones y caminos, que por ese carácter contradictorio y en ocasiones disímil, producen la complejidad de una realidad que aparece diferenciada frente a cada uno de los actores.
Por ello, una de las tareas fundamentales de la sistematización va a ser la posibilidad de visibilizar esas líneas de fuerza que están presentes en la práctica y su desarrollo; a la manera de Alicia es permitir dar cuenta de aquellos elementos que sorprendieron y se constituyen en recreación de esa realidad; si retomamos la cita de este numeral, es una manera nueva de ver el gato, por ello, ¿ quiénes sistematizan?, es tan importante, ya que ellos como actores de práctica, van a producir ese primer ordenamiento de lo que quieren sistematizar.
La pregunta fundante de la sistematización, en la perspectiva de los grupos que venimos de la educación popular, no es el ¿qué voy a sistematizar?, es el ¿para qué voy a sistematizar? Con ese horizonte aclarado por aquél grupo que va a desarrollar el ejercicio de sistematización, se van a poder encontrar las líneas de fuerza que constituyen un camino no lineal del proceso vivido, ya que ellas van a estar en múltiples lugares, de las formas más diversas, y a veces en contravía de lo que se pretende afirmar. Ellas van a poder ser interpretadas por aquellos que las están viviendo o las han vivido.
En esta perspectiva, la sistematización rechaza la idea de progreso en la que intentan moverse dinámicas que pretenden creer que al final la sistematización dará una visión mucho más elaborada de un proyecto que evolucionó. Estamos frente a una unidad dispersa y diversa, que lo único que busca es explicitar la comprensión de las prácticas desde los sentidos que fueron producidos por los actores que las han desarrollado.
Por ello, la teoría es parcial y lo que el actor de práctica coloca es una puesta en escena de sus acciones vividas, en donde ahora se reconoce como actor y lo cuenta no a manera de cronista que lo hace sobre algo que pasó, sino mediante una recreación y una enunciación que construye su vida y se pone en juego a través de este ejercicio. Por ello, podríamos afirmar que es una primera escritura desde las márgenes que ya han sido escritas con los sudores, dolores y alegrías del trabajo, pero que ahora toma una connotación propia en la esfera de la producción del saber y que se hace acumulativa para su propia práctica. Ese primer ejercicio se realiza en un escrito, que encuentra el formato con el cual se sienta más cómodo el grupo que sistematiza (relato, carta, ensayo, etc.)
En ese sentido, se produce una ruptura de lo interno-externo, del afuera-adentro, de lo objetivo-subjetivo de muchos procesos de investigación. Esta comprensión de las prácticas que se hace desde la re-creación de los sentidos y significados de los grupos que la desarrollan, debe encontrar en los enunciados el tono y el lenguaje que correspondan a la práctica no sólo teórica del grupo que la vive, sino al clima afectivo, a la forma emocional, a los procesos valorativos, a los sentidos del encuentro que es vivido por este grupo y que debe encontrar en el tipo de lenguaje que desarrolla, la explicitación de sus sentidos, y la manera como están contenidos en dicha práctica.
Su punto de partida es la práctica, porque reconoce en ella el lugar en que se sintetizan las múltiples relaciones existentes en el grupo y la realidad que han permitido que ella se desarrolle. En ese sentido, reconoce una complejidad que busca ser explicitada desde y a través de los actores de ella; quienes han encontrado un camino para hacer real su producción de saber, saben que al hacerlo están construyendo su camino de subjetivación porque son ellos y ellas los que están ahí, en lo que se cuenta y en la manera como se cuenta.
Por ello, la determinación de esas líneas de fuerza que constituyen la práctica y que va a ser motivo de la sistematización, tiene implicaciones metodológicas, ya que ello va a producir un primer ordenamiento de la sistematización y sus contenidos, lo que ya es un comienzo de camino de experiencia, en su contenido; en el símil de Alicia, es una sonrisa sin gato, es esa forma de aparecer de múltiples maneras y la capacidad de dar cuenta de ello.
3. La sistematización renuncia a las plataformas o fundamentaciones teóricas como su punto de partida.
“Yo… ni sé quién soy… al menos sabía quién era cuando me levanté por la mañana, pero he cambiado tantas veces desde entonces…
¿Qué quieres decir con eso? Preguntó Severa, la oruga. Explícate.”
Uno de los lugares más recurrentes es preguntar por el lugar y el momento de la teoría en la sistematización y hay que afirmar, con cierta contundencia, que si bien ella está en las prácticas, su explicitación debe ser una consecuencia de la práctica del ejercicio de sistematización, y de la práctica misma en su camino de convertirse en experiencia.
Es decir, no hace de entrada las afirmaciones teóricas ni hipotéticas que están contenidas en el proceso de la práctica misma, ni las fundamentaciones que ésta puede recibir, ayudada desde los diferentes campos del saber constituido. El ejercicio de sistematización las debe mostrar en su desarrollo, para visibilizar cómo están presentes en las prácticas que se sistematizan. Es en esa acción de reconocerse en ellas que los grupos y personas implicadas en el proceso le dan forma.
Esta experiencia de producción de saber desde la práctica, se escribe desde grupos que rehacen su camino buscando construir un discurso que hable de su acumulado, en el intento de construir procesos diferentes, a la manera como el poder central ordena; es decir, se habla como actor desde los bordes y no sólo de la manera como vive la verdad paradigmática en ellos, aunque no la niega. Al decir de Bordieu: “Evitan presentar como principio de la práctica de estos agentes la teoría que se debe construir para dar razón de ella.”
Igualmente, si hay un saber nuevo derivado del ejercicio de sistematización, encuentra su manera de explicitarse y dialogar con el saber constituido, cuando la práctica ha ido convirtiéndose en experiencia a través de la elaboración, reflexión y sentido encontrada por los actores de ella y que son enunciadas desde los múltiples procesos como organización del mundo, en el cual estos actores han colocado sus voluntades para hacer de esa acción una forma efectiva para transformar su mundo y, a través de ella, la sociedad.
Desde esta perspectiva, la sistematización es una construcción y producción de saber que se teje con la gramática propia de la práctica y ella, a medida que emerge, va produciendo los enlaces con ese proceso de teorización que no está fuera de ella, ni le viene como prestada, sino que le da forma y es constitución activa de su propia organización.
Sistematización es una construcción desde las voces de los actores y en su propio tono y narrativa. Va a ser esa capacidad de dar cuenta de su quehacer la que permite que los actores de práctica se conviertan en actores de sistematización. No es sólo dar cuenta de qué se hace, sino también de sus sentidos y significados; por ello, el primer texto que se produce de unidad de práctica, es escrito desde el grupo que realiza la sistematización, sin citas, ni referencias bibliográficas.
Por ese motivo metodológicamente aclarado ¿qué voy a sistematizar?, los actores de ella estructuran las preguntas que los habrán de orientar en el proceso de elaboración, preguntas que van siendo reformuladas a lo largo de la actividad de sistematización, y permiten el primer escrito.
Por eso es un saber que, en forma de escritura, hace emerger la tensión centro-borde a través de un ejercicio en el cual, la capacidad de inventiva de los individuos y de las comunidades de saber, hacen presente su saber como una manera de enfrentar a las presiones, las normas, las convenciones de lo estatuido y buscan nombrar en sus términos las prácticas alternativas.
Nos encontramos frente a saberes hegemónicos que buscan controlar lo nuevo, colocando desde sus explicaciones sus causas y efectos, en sus sentidos y resultados para captar estas formas emergentes de saber y se apoderan de las experiencias nombrándolas con sus saberes, rompiéndolas y construyendo nuevos umbrales innovativos que les permitan controlar lo nuevo.
Por ello hemos asistido en este último período a la normatización desde organismos multilaterales y de ONGs de la sistematización más como saber innovativo que transformador, ejercicio en el cual convierten a muchos intelectuales críticos en meros funcionarios y tecnócratas de lo social, a través de estos funcionamientos meramente técnicos de la sistematización (aspecto procedimental).
El ejercicio de producción de saber en la sistematización construye los contornos y líneas de fuerza que constituyen la práctica, y se hacen visibles en las preguntas, que encuentran en sus respuestas, el primer relato del cual saldrán organizadas las líneas de fuerza, que son caladas y definidas en la negociación cultural del equipo sistematizador.
Emergen los sentidos y visibilizan el valor nuevo que se encuentra en estas prácticas. Es ahí cuando la experiencia toma forma, no como un ejercicio mecánico: pasar de la práctica a la experiencia, sino como parte del momento en el cual los actores encuentran que esa riqueza, componente de su práctica, debe mostrarse a través de una producción categorial.
Es un saber y un/a escritor/a que dimensiona el conflicto y se ubica en él y, por lo tanto, toma su práctica y la lleva más allá de lo que es lícito y posible de enunciar y hacer en estos tiempos. Por ello construye estrategias narrativas para decir lo suyo con los trazos y las palabras propias del grupo, de las rupturas que realizan, haciendo posible su capacidad de ser distinto desde los bordes, dando forma a esos cambios permanentes, que enuncia Alicia, con la cita que doy comienzo a este acápite, en donde debo dar cuenta del cambio que se produce.
El actor reconoce en este acto sistematizador de su práctica la búsqueda de una experiencia de saber, que va en busca de esos otros sentidos, donde él, con su ejercicio de saber, constituye su interdependencia social, tejiendo su práctica para enunciar sus rupturas, convirtiéndose en actor, a través del acto de escribir su práctica convertida en experiencia, haciéndolo capaz de producir un saber que tiene características de hoy en cuanto no está esperando la verdad única, ni el conocimiento cerrado y allí reconoce que lo escrito es parte de un mundo en construcción.
Desde este punto de vista, los enunciados tienen como punto de partida las preguntas mediante las cuales se busca no sólo escrutar el pasado de la práctica, sino la manera como ésta se constituye permanentemente. Las preguntas se convertirán en el dispositivo continuo que después de haberme permitido aclarar ¿el qué? y ¿el para qué?, me mostrarán en ¿el qué?, plenamente desplegado, todo aquello que busca develar el sentido, el significado pero, ante todo, me muestra que el saber que buscamos producir también está en constitución. En esta perspectiva las preguntas van siendo reformuladas, a medida que se avanza en su resolución.
4. La sistematización dialoga y construye a partir de la particularidad y la singularidad de la práctica.
“Es un mineral, creo, dijo Alicia.
Por supuesto, eso es, contestó la duquesa, que parecía dispuesta a aceptar todo lo que Alicia decía. Aquí cerca hay una enorme mina de mostaza y la moraleja de esto es… ‘Cuanto más haya de lo mío, menos habrá de lo tuy’”.
La sistematización tiene una forma propia de encontrarse con la práctica, en el sentido de que no busca unas formas de universales que estaría representando lo común de lo encontrado o aquello que se repite constantemente en diferentes aspectos de esta práctica. En ese sentido, renuncia a los universales como esencia, así lo sean de reflexión o de teorías construidas como consenso.
Por eso su lenguaje es polifónico, ya que da cabida a las más variadas y diferentes posiciones sobre las objetivaciones que adquiere la práctica y permite que esa diversidad, y esa singularidad, se expresen desde la manera que es realizada por sus practicantes, dando forma real a aquello de: “múltiples voces, múltiples formas, múltiples perspectivas”.
El camino que toma la sistematización acá es una negociación de sentidos, una creación de los actores que se produce desde la práctica misma, no sobre ella ni para ella. Por eso, cuando se enuncian universales siempre lo hace de una manera en donde éstos quedan en procesos de constitución, no son verdades acabadas. En ese sentido, el todo, el objeto, el sujeto, lo uno, lo verdadero, tan familiares a todo el sistema investigativo derivado de los métodos científicos, adquieren acá una forma singular que habla por sí misma, ya que lo que está contando son formas de subjetivación (el sujeto está en la práctica no la precede) y objetivación (la crea con su acción) y, que en esa práctica específica, toman esas formas bajo las cuales se sistematizan.
Podríamos afirmar que esta forma de dialogar y negociar se aparta de cerrar, de afirmar en tono de verdad absoluta, de dejar lo hecho como realidad ineludible; muestra, más bien, lo realizado como un acontecimiento que pide ser contado de otra manera (acción de creación) y que exige que pueda buscar la manera de nombrarlo y, en este ejercicio, aprehender lo nuevo que se ha manifestado en esta práctica.
El camino de la experiencia no es el de los universales, es el de la capacidad de darle forma, en la manera de expresarse, al acontecimiento mediante el cual la práctica específica ha irrumpido en la vida cotidiana volviéndola importante para aquellas y aquellos que la realizan. En este sentido, la experiencia es una acción de creación en el orden de la enunciación, que los actores de la práctica realizan al elaborarla desde su particular lenguaje y lógica; por ello, no toda la práctica está en la sistematización, las líneas muestran aquello que debe ir a ella.
La polifonía no es sólo la manera de mostrar la diversidad y la singularidad. Es la manera como se reconoce la riqueza de la práctica y los saberes que están presentes en ella, de los más variados tipos: teóricos, prácticos… y que el ejercicio de sistematización busca hacer explícitos convirtiéndolas en experiencias. Por ello, cuando se organizan las preguntas en el ejercicio de sistematización, se busca dar cuenta de esa práctica elaborada preguntarse por cómo es realmente la práctica y sus mundos de sentidos, y creadores de un nuevo valor de ella y en concreto al determinar el lugar de práctica que busca ser sistematizado. Por consiguiente no busca el deber ser, así tenga proposiciones en este horizonte.
Las preguntas siempre buscan mostrar qué es lo que hay en las prácticas y si en un primer momento las preguntas han sido todavía muy en la esfera más simple ¿el qué?, ¿el cómo?, ¿el por qué?, éstas van tomando nuevas dimensiones, para hacer explícitas las líneas de fuerzas que a manera de complejidad constituyen el acontecimiento de aquello que se sistematiza y es eso lo visibilizado a través del ejercicio sistematizador. Aquello que emerge como realidad interpretada por los actores, lo visibilizado no es la norma, el elemento de control, el promedio estadístico, lo común, sino la novedad que asoma por entre los intersticios de una práctica que busca nombrarse de una manera diferente.
En esta perspectiva, la objetivación de la práctica no es una representación de ella, sino una creación a partir del conflicto cognitivo manifestado en las diferentes interpretaciones que se hacen de los diversos aspectos de la práctica sistematizadora, que en su riqueza le muestra otras posibilidades de lectura, un saber que no es ciencia, pero es enunciación del valor de la práctica más allá de la descripción, en el sentido de Alicia: cuanto más haga de lo mío, menos habrá de lo tuyo.
Es a través de la práctica que se hace presente la experiencia como producción; por ello, metodológicamente los ejes de constitución de la experiencia, se realizan desde los términos y conflictos que la constituyen, no es una simple descripción o reconstrucción de la práctica, se hace necesario visibilizar esos mundos o ejes conflictivos.
5. Es la sistematización problematiza la incorporación del contexto.
“Ojalá no me hubiera metido por la madriguera, aunque… aunque… esta clase de vida es bastante extraña. Me pregunto francamente qué puede haberme pasado, cuando leía cuentos de hadas nunca imaginé que esta clase de aventuras sucediesen de veras y ahora estoy aquí en medio de una de ellas.”
En algunas concepciones de sistematización, la incorporación del contexto se hace como un elemento que explica y sobredetermina desde afuera todo aquello que está aconteciendo en la práctica sistematizada. Por ello, en muchos lugares se le coloca como un capítulo inicial, (contexto de la experiencia) que para diferenciarse de la teoría explica lo que ocurrió por una realidad mayor fruto de la cual se da la respectiva práctica, quedando ésta determinada y subsumida por un determinismo previo de esa situación.
Hemos aprendido cómo la incorporación del contexto en la sistematización es un acontecer permanente que se da como resultado del tipo de práctica que se enuncia. Por lo tanto, es construcción, no es dato que se agrega ni teoría que se superpone, la realidad es parte de la creación de la experiencia que adquiere sentido y explicación, no como sobredeterminación, sino como creación de la misma práctica. Hay allí la certeza de que los ha-seres, los sentidos y dinámicas dan cuenta del contexto en una forma más precisa, ya que colocan a éste como una realidad emergente y construida y, por lo tanto, convertida en realidad básica desde la cual actúan quienes están en la trama de la sistematización.
Las diferentes líneas de fuerza que comienzan a convertirse en los contenidos de la práctica, luego la forma de enunciados mostrando los primeros trazos de elaboración, y que es el principio del camino de la experiencia, siguen atravesando la realidad para transformarla y modificarla en coherencia con los sentidos que tienen los actores de ella. Por eso podemos decir que las palabras con las cuales se habla y se narra la sistematización misma, son producciones de esas líneas de fuerza, que en sus choques y diferencias hacen que broten nuevas formas de explicar y que nos llevan más allá de buscar la unidad, y por lo tanto es también una realidad en construcción.
Podemos afirmar que no hay texto sin contexto y que en el ejercicio de sistematización el texto que va emergiendo, y que explica esa práctica funcionando en otra lógica de poder y saber, va produciendo un nuevo contexto que retroalimenta el que existió previamente y en el cual se dio la práctica, pero que hoy es distinto en las modificaciones producidas por las apuestas de sentido y transformación que están presentes el proceso sistematizador.
El contexto se hace visible en las líneas de fuerza que van llenando de contenido la práctica y haciendo posible la emergencia propia de la experiencia. Por eso podemos afirmar que no hay recontextualización como producción de saber que no tenga como pretexto la lectura nueva que emerge y la respuesta a ese contexto en el cual la práctica-experiencia se activa como transformador de prácticas, de teorías, de sociedad.
La certeza en la manera como se da una retroalimentación permanente: contexto-texto-recontextualización, nos va a dotar, en el análisis, de otra certeza y es de que poder, saber y subjetivación no tienen contornos definitivos, están siempre constituyéndose y son parte de la construcción de la realidad del que se habla como acto de la creación en la relación práctica-experiencia.
No hay un afuera, no hay un adentro, los actores de la práctica son la práctica misma, que ahora quiere mostrarse como saber a través de la experiencia, reconociendo y creando un contexto más amplio, al cual ellos han aportado haciéndolo más complejo, tanto por lo que hicieron, como por aquello que organizado bajo forma de saber, disputa en la esfera y los niveles de un campo intelectual determinado (el que se sistematiza) por la manera como se producen estos nuevos sentidos a partir de comenzar a decir, por vía del saber, aquello que estaba en la práctica como potencia, que la experiencia realiza como creación.
En el sentido de la reflexión de Alicia, el contexto no es sólo el piso firme y racional, es el viaje por la madriguera, las lecturas apropiadas y los cuentos de hadas, hechos realidad en la experiencia.
6. Es la sistematización la información, los datos y las categorías son construidas y generadas por los sujetos.
“Pero, Ay, si no me doy prisa, voy a tener que volverme por el espejo antes de haber podido ver cómo es el resto de esta casa. ¡Vayamos a ver sólo el jardín!"
Desde siempre, la mirada de la investigación permeó los procesos de organización de la sistematización. En ese sentido, la lógica que separaba el ver como un fenómeno físico en donde los rayos de luz procedentes del objeto forman sus imágenes en el ojo coordinado por el cerebro. El mirar, que es visto como cultural, ya que está relacionado con nuestra socialización y determinado por nuestras intencionalidades emociones y sentidos. El observar, que había sido colocado como base de las ciencias experimentales, detenía la mirada en donde el sujeto se reserva ser el centro y se construyen los procedimientos para observar “objetivamente”.
Esta separación clásica, en alguna medida ha impregnado distintos procesos de sistematización y se hace más claro en los últimos tiempos cuando se costata cómo ese paradigma de observación ha sido una mirada que construye un orden social desde una relación de poder en el conocimiento.
Las miradas críticas han venido considerando que esta manera de conocer es organizada y convertida en “el método” y planteada por la forma de conocimiento dominante en la modernidad como superior a todas las demás; algunas de las concepciones de sistematización cuestionan estas miradas del observar para mostrar cómo lo que se está jugando allí es una episteme de subordinación, construida desde una naturalización del mundo y la cultura que convierte a esta forma de conocer como el conocimiento verdadero específico y, a partir de esa mirada, producir la regulación y el control de saber y el conocimiento en la sociedad moderna.
Por ello, la sistematización afirma tajantemente que en los procesos sociales, motivo de los proyectos de sistematización, somos observadores de nosotros mismos (auto-observantes), es decir, somos subjetivación y objetivación, por lo tanto somos a la vez sujetos de observación y de saber.
Esto significa que es necesario construir unos instrumentos que nos permitan observarnos desde nuestro género, desde nuestras teorías, desde nuestros territorios, desde nuestros puntos de vista, constituyendo campos de fuerza variados que entretejan perspectivas, construyan la complejidad, muestren esa gama de matices, lo que hace que los sujetos no tengan verdades, sino versiones construidas en su particular manera, que hacen posible la mirada en arco iris, estar en el mundo y vivir su individuación, mediante la cual disputan su perspectiva en él.
La afirmación anterior nos permite afirmar: el dato, la información y las categorías en la sistematización no son naturales; no están ahí para ser observadas y recogidas “objetivamente”. Ellas se crean en la negociación cultural que hacen los diferentes sujetos de la práctica quienes siempre están en un cruce de líneas de fuerza, rodeadas de apuestas y sentidos. Por ello, en la sistematización, el dato, la información no se extrae, es un resultante de la búsqueda, es decir, hay una permanente construcción, encuentro y creación de mundos.
Así, las categorías emergen fruto de ese cruce conflictivo, contradictorio y paradójico de líneas de fuerza, en ese encuentro entre subjetivación y objetivación aparecen las claridades que dan forma a esas lecturas e interpretaciones del mundo, presente en la práctica.
La sistematización en este sentido se reconoce como un ejercicio autoobservante. Son los practicantes quienes se convierten en constructores de su experiencia desde su práctica como acción humana concreta, en una situación donde no hay sujeto y objeto, sino un sujeto que se reconoce en la acción, construyendo su mundo de sentido y significado, como un acto de individuación. No hay adentro ni afuera, es decir, deconstruye el sujeto que había sido construido durante la modernidad para poder realizar el hecho investigativo.
En el sentido de Alicia, que tienen claridad de que el espejo tiene adverso y reverso, que el jardín tiene su madriguera y allí hay otro mundo.
Por lo tanto, el ejercicio de hacer preguntas en la sistematización no está nunca concluido, se va desarrollando en una negociación cultural permanente en la cual logran emerger las enunciaciones de los sujetos de práctica para disputar sentidos y significados otorgados a la práctica y, así hacer posible la experiencia que no está por fuera de la práctica misma, pero sí es recreación y creación de ella.
Es allí donde el sentido produce una regulación ¿de qué? y ¿para qué? construir categorías desde las líneas de fuga que sean capaces de enunciar los sentidos, procesos, realizaciones, empoderamientos, crecimientos y conflictos de los participantes. Por ello no hay a quién interrogar. Las preguntas son un ejercicio colectivo de producción permanente y de negociación de sentido y significado transformadora de individuos, institución, organización y sociedad.
7. En la sistematización, más allá de las técnicas y las herramientas, se trabaja con dispositivos.
“Creo que iré a su encuentro, dijo Alicia, porque aunque las flores tenían ciertamente su interés, le pareció que le traería mucha más cuenta conversar con una auténtica reina. Así no lo lograrás nunca, le señaló la rosa. Si me lo preguntaras a mí te aconsejaría que intentases andar en dirección contraria.
Esto le pareció a Alicia una verdadera tontería, de forma que sin dignarse responder nada se dirigió a distancia hacia la reina. No bien lo hubo hecho y con gran sorpresa por su parte, la perdió de vista inmediatamente y se encontró caminando nuevamente en dirección a la puerta de la casa… ¿De dónde vienes? Le preguntó la reina. ¿Y a dónde vas? Mírame a los ojos, habla con tino y no te pongas a juguetear con los dedos.”
El sujeto está implicado en la observación totalmente como hemos visto, también los instrumentos que coloca para realizar la observación lo son de una elección y por lo tanto no son simples elementos neutros que a manera de herramientas, metodologías, didácticas, funciona mágicamente proporcionándonos los instrumentos que nos han de convertir en observadores competentes para hacer real lo “científico”.
En estos instrumentos que yo utilizo se entrecruzan no sólo formas de mirar, sino sistemas de organización de la mirada y, por lo tanto se hacen presentes a través de ellos, sistemas de verdad que hacen real las formas bajo las cuales se dan la existencia de saber y poder que da base y fundamento epistemológico al saber que se producirá, haciendo visibles las formas de poder y empoderamiento que busca. Por eso estamos frente a dispositivos que entrecruzan verdad, saber y poder, que son los procesos que están en la trans-escena, y que se harán presentes a través de las herramientas, creando el tipo de organización de saber que realice el proceso y los procedimientos de sistematización.
En ese sentido, el dispositivo organiza la mirada para hacer ver, para hacer hablar, pero, ante todo, para permitir que emerjan y sean visibles las líneas de fuerza que han estado presentes en las prácticas que buscan construir los enunciados con los cuales nombrarse para hacer real la emergencia del sentido y el significado.
Estas líneas de fuerza no son lineales ni progresivas, son contradictorias y, es en esa contradicción que construye un lugar donde los sujetos toman decisiones de saber, de acuerdo con los empoderamientos que construyen. Por ello, el dispositivo seleccionado lo es en coherencia con ese tipo de saber que se busca ensayar, no es simple aplicación mecánica de herramientas. Cuando el instrumento sale de la caja de herramientas, debe salir convertido en dispositivo cultural de saber y poder.
Es así como los dispositivos son diseñados intencionalmente, no mecánicamente, por quien hace el proceso de sistematización, para desenmascarar, descubrir y mostrar las diversas y variadas líneas de objetivación y de subjetivación contenidas en la práctica y elaboraradas creadoramente en la experiencia. Estas líneas fuerza deben hacerse visibles a través de las enunciaciones que se realicen de ellas en la acción sistematizadora, de tal suerte que se permitan las divergencias de las novedades, mediante las cuales también se evidenciarán los procesos de individuación, visibilizando a los agentes implicados en estas prácticas.
Es la maravilla del texto de Alicia, no basta un sí al encuentro, si no es capaz de usar el dispositivo preciso, el que le es sugerido por la rosa “intentan andar en dirección contraria”, que está determinado por el lugar del espejo desde el cual esta mirando, ya que mirar sugiere de dispositivos precisos que organicen la mirada.
Por eso, la pregunta bajo sus múltiples formas y cada vez más perfeccionada; es decir, que parte de las formas simples del ¿qué? y el ¿para qué?, hasta organizar preguntas que construyen relaciones más amplias, de esta forma se constituye el dispositivo conductor de los procesos de sistematización. Es por esto que las preguntas se van ampliando y creando en el camino, porque la pregunta no tiene un camino seguro y único, ya que no pretende que lo que se enuncia alcance su verdad. La pregunta permite la posibilidad de ir de otro modo y en otra dirección, por tal razón se elabora desde los criterios, los sentidos y las apuestas.
La pregunta permite evitar la repetición mecánica, salir del enunciar, de la pura descripción y del saber normalizado y formalizado; ella misma jalona la construcción de los dispositivos ocasionales o el uso de los existentes, pero siempre con el horizonte y la necesidad de construir la posibilidad de ver la multiplicidad y reconocer en el ejercicio de saber que se realiza un dispositivo social más amplio, el de los grupos de control que se hacen presentes como hegemonías en el proceso de sistematización. Por ello, atrás del dispositivo metodológico emerge el dispositivo social mayor que se quiere enfrentar y que debe tener respuesta de empoderamiento de los grupos que realizan la sistematización a través de las viejas herramientas convertidas en dispositivos de poder-saber, que enfrentan el égimen de verdad del dispositivo mayor social.
8. Las categorías son también una creación y construcción desde el sentido de la práctica.
“¿Podrías ladrar? Contestó la rosa.
¡Ladra, guau, guau! Exclamó una margarita; por eso lo llaman guayabo.
¿No sabía eso? Exclamó otra margarita. Y empezaron todas a vociferar a la vez armándose un guirigay ensordecedor de vocecitas agudas”.
Se ha discutido en sistematización si las categorías son prestadas de los discursos preexistentes sobre los saberes que se sistematizan. Para algunos es de la riqueza de las disciplinas ya constituidas desde donde vienen las categorías. Para otros, de los acumulados del saber teórico crítico que ha dado origen a la práctica, y de las teorías transformadoras que han introducido los agentes que asesoran o animan la práctica.
Sin embargo, nos encontramos frente a un hecho en el cual las prácticas que se desarrollan no acontecen en el aire. Ellas se dan en un escenario que es un territorio concreto en donde confluyen con líneas de fuerza propias y enunciando sus discursos: las voces oficiales, las voces de las posiciones políticas que confluyen allí, las concepciones de los grupos académicos que han asesorado las prácticas y algunas elaboraciones que han realizado los actores de estas prácticas para poder desarrollarlas.
Llamamos a estas concepciones que confluyen sobre la práctica: enunciados de las líneas de fuerza, con los cuales se intenta darle forma a la práctica y, en ese sentido, algunas de esas concepciones y sus categorías pernean procesos de la práctica. Pero la sistematización, a través de dispositivos muy precisos de corte metodológico, busca que los actores de esta práctica sean capaces de nombrar con enunciados propios el saber que han tratado de constituir y por ello los interroga sobre el sentido y la novedad de ella. Es decir, las categorías son elaboradas y creadas desde la práctica misma, dándole forma real a la experiencia.
En otras palabras, podemos afirmar no sólo que toda práctica tiene un saber que le es propio y que se hace explícito cuando la sistematización hace que emerjan los sentidos que tienen para el grupo que la realiza y la desarrolla, sino también que en la negociación cultural, que hace visibles las líneas presentes en ella, la enunciación busca dar cuenta del proceso realmente existente, y se ve jalonado a ponerle nombre, con el cual designa el valor nuevo que le asigna a aquello que muestra.
Por eso, las categorías se elaboran desde la calidad de la práctica, van hilando esos enunciados que los distintos actores van pronunciando para recrear el mundo en el que han estado viviendo y que, a través de las categorías de enunciación, le otorgan un nuevo sentido; por eso en la cita de Alicia, la novedad es que la margarita ladre, y eso hay que nombrarlo para que explique el sentido y el mundo que se esta creando.
Por esta razón, sostenemos que la sistematización renuncia a construir universales y busca entretejer más desde la singularidad de las prácticas otro lugar: el de las prácticas como espacio de contra-poder, y la diversidad de éstas para hacer posible que sean enunciadas no sólo desde sus manifestaciones, sino también de los procesos que genera y de los empoderamientos que construye. No hay un adentro y un afuera. El sujeto de práctica, como actor de ella, se convierte en sistematizador, construye las categorías desde sus sentidos, crea y recrea el mundo que vive, la experiencia lo convierte en creador de mundos. En alguna medida, cuando construye la categoría, pronuncia el nombre con el cual intenta designar la especificidad y el valor que le da a esa manera de organizar su práctica, por ello no es un juego nominalista. Existen dos lugares de emergencia de categorías: de un lado las líneas de fuerza, de otro, los ejes conflictivos y las líneas de enunciación, que le dan forma a la consecuencia de múltiples elementos en un momento de la práctica.
Desde esta perspectiva, la categoría es parte del proceso social y a la vez que lo enriquece va construyendo una unidad en la diversidad, mediante la cual va creando su mundo en donde afirma, desde los textos singulares, que es una práctica social que entra en el campo de los saberes que tienen que ver con ella (epistemológicos, disciplinares, populares, de sentido común). Produce un diálogo con ellos para poder enunciar el sentido con el cual organiza la práctica en experiencia, y va creando un lenguaje con el cual comunica.
Las categorías son el camino por el cual la práctica se hace experiencia, han sido el resultante de las enunciaciones, y la organización de las líneas de fuga . Es la posibilidad de nombrar la novedad con enunciados que configuran campos de saber bajo los cuales se produce el significado y el valor de dicha práctica, se reconoce que sabe, a su manera, y la enuncia como contra-poder; resistencia. La experiencia a la vez que enuncia-anuncia la construcción de mundos que van tomando un camino que no renuncia a lo universal, pero metodológicamente construye un proceso de contrainducción para nombrar y significar la práctica que quiere convertirse en experiencia, que lucha por hacer específico su campo de acción, como campo de saber.
Esa capacidad de enunciación convertida en saberes, con construcción categorial propia que no necesariamente corresponden a la “rigurosidad” del saber académico o de los métodos científicos o del conocimiento disciplinario, pero que disputa en esas esferas la posibilidad de enunciar su quehacer como una forma de construir sentidos y apostarle a la transformación no sólo de la vida inmediata sino de la vida social más general.
9. La sistematización es una producción de saber de tipo paradójico
“Me parece muy bonito, dijo Alicia, cuando lo hubo terminado, sólo que es algo difícil de comprender (como veremos, a Alicia no le gustaba confesar y ni siquiera tener que reconocer ella sola que no podía encontrarle ni pies ni cabeza al poema. Es como si se me llenara la cabeza de ideas, sólo que no sabría decir cuáles son. En todo caso, lo que sí está claro es que alguien ha matado algo.”
Como en el texto de Alicia, la comprensión que se logra en el proceso sistematizador no busca desentrañar esencias en una relación de un adentro y un afuera, no busca construir un sujeto que se hace por fuera de la práctica, ni tampoco pretende construir un campo de saber que se convierte en una nueva verdad inamovible. La práctica misma nos ha enseñado que los distintos campos de fuerza operan en ellas de la manera más variada y no en forma casual y que ni éstas ni los actores de ellas son puros o incontaminados, sino que están en el acontecimiento atravesados por líneas de fuerza que vienen desde los más variados procesos y organización de los diferentes saberes, así como de diferentes regímenes de verdad.
Por ello, el saber de sistematización no construye una lógica cerrada, sino que le da cabida en su explicación a aquello que afirma, pero a la vez deja emerger aquello que niega o contradice lo que pudiera ser la lógica única del proceso que se sistematiza. Es decir, entra en la dialéctica del conflicto para reconocer que en los lugares en los cuales se producen los enunciados para respuesta a las preguntas, quedan aspectos no claros de ellos, surgen las nuevas preguntas.
El saber que se construye está inacabado, está en permanente construcción y, en alguna medida, la práctica es concreta y compleja, siendo ella la síntesis de múltiples determinaciones que, viniendo como líneas de fuerza de distinto origen, constituyen con ellos enunciados contradictorios, diciéndonos que no hay actores perfectos ni prácticas puras, así soñemos con ellas.
Este ejercicio es la capacidad de escribir en arco iris, ejercicio mediante el cual buscamos deconstruir las miradas binarias (blanco-negro, bueno-malo), para encontrar un mundo en el cual el conflicto, lo que nos visibiliza más, es una suma de diferencias, que en la complejidad toman múltiples formas y matices, una mirada determinada por el actor de práctica.
Reconocer el saber paradójico es reiterar la complejidad del hecho sistematizado, es la capacidad de reconocer los claroscuros que aún persisten y enunciar con claridad las sombras o los otros tonos de color que toma el arco iris explicativo bajo el cual se intenta dar forma a dicha complejidad. Por ello no busca lo claro y lo distinto, tampoco lo universal, sino que indaga por las singularidades presentes como líneas de fuerza, que a la vez que afirman la práctica la niegan, que muestran esa suma de matices, que dan un contenido distinto al ya descrito.
Se reconoce en un saber que hace el esfuerzo de ser capaz de enunciar la manera como lo contradictorio está presente en la práctica que se sistematiza. Y esto significa asumirse y reconocerse en construcción, y reconocer una variedad de formas de enunciación que hacen que las líneas con las cuales toman forma la experiencia sean de múltiples, de diferentes tipos y naturalezas variadas.
No es sólo afirmar la complejidad del hecho analizado; es, ante todo, reconocer unos procesos no esencialistas que se asumen en forma permanente como construcción, y que permiten encontrar las líneas de fuerza que disuelven o le producen desequilibrio a la práctica, a la experiencia, al saber ya formalizado bajo la forma de sistematización. Por ello, será posible volver a proponer otras preguntas y otros enunciados que le den forma a los nuevos desequilibrios de la práctica.
Es allí donde la sistematización vuelve sobre la práctica buscando la posibilidad de constituirse en teoría, capaz de dialogar con esas otras formas de saber existente: el conocimiento, las disciplinas, las epistemologías, para decir lo suyo, más allá del saber que ha constituido en la construcción de un saber propio que explica el campo y la práctica en la cual se mueve el quehacer de estos grupos, reconociéndose siempre en proceso, siempre en construcción, pero, ante todo, intentando constituir comunidad de saber que desarrolla y enfrenta la posibilidad de construir teoría de otra manera, desde los sentidos y las prácticas de los actores que la producen, en un ejercicio de empoderamiento de estos.
10. La sistematización realiza una producción de saber que construye empoderamientos.
“…y el corazón empezó a latirle con fuerza a medida que iba percatándose de todo. ¡Están jugando una gran partida de ajedrez! ¡El mundo entero en un tablero!..., bueno, siempre que estemos en el mundo, por supuesto. Qué divertido es todo esto. Cómo me gustaría estar jugando yo también, como que no me importaría ser un peón con tal de que me dejaran jugar… ¡Aunque claro está que preferiría ser una reina!”
La sistematización es una propuesta de producción de saber, mediante la cual se busca que las prácticas y los actores de ellas construyan la experiencia como una creación de saber como poder, y que les permita reconocerse creadoramente en aquello que realizan, participando en procesos de disputa de ese poder existente en la sociedad bajo múltiples formas.
Hacer este reconocimiento implica que se entra a disputar en la esfera del régimen de verdad constituido por las disciplinas, los campos, las epistemologías, los autores, que han constituido este régimen en occidente como “conocimiento científico”. Por ello, el ejercicio es ante todo un proceso colectivo que, empoderando prácticas y actores, genera la capacidad de evidenciar el saber que está presente en las acciones que organiza en su quehacer.
En este sentido, la apuesta sistematizadora es una acción política del participante, en cuanto le significa diferenciarse de otras lecturas que ponen sus enunciados como un ejercicio de empoderamirento propio y de disputa del poder social; por ello reconoce el campo de resistencia en el cual opera su práctica y construye la posibilidad de visibilizar bajo la forma de saber, para disputar socialmente esa concepción.
Esta construcción de saber que se realiza a partir de una situación particular, es enunciada desde los bordes, que rompiendo la experiencia del saber centralizado y constituido en saber-poder de control y regulación, diferenciándose de el centro, recompone su mirada que habla de manera diferente a las voces oficiales, sale de las reglas constituidas y va a los usos creativos. Por eso organiza las preguntas de lo que quiere enunciar, para ver si el material que tiene (información, archivos…) está en condiciones de fundamentar aquello por decirse y esto lo coloca en la búsqueda de experiencia como acto creador, buscando salir de las formas cotidianas ya enunciadas.
El “discurso oficial” de izquierda o de derecha ha enunciado una forma de práctica que corresponde a voces dominantes. La sistematización trabaja la manera de dar cuenta de lo propio, de su campo de práctica. Y desde las rupturas umbrales, así como discusiones y decisiones tomadas en el grupo de práctica, han llevado a hacerlo de otras manera diferentes a la tradición y así encuentran las nuevas formas de lo cotidiano contenidas en las elaboraciones propias que le permiten reconocer los recursos propios, los enfrentamientos al poder social, su acceso a una nueva disposición crítica, una forma particular de mirar su entorno.
Es un empoderamiento que se logra al conseguir visibilizar los saberes existentes en y desde las prácticas, construyendo en los actores la capacidad de enunciar un saber que crea mundos, en cuanto organiza esa práctica bajo procesos de categorías que dan forma a la organización de este saber, para dar cuenta de lo que hacen bajo la forma de experiencia.
Por eso pudiéramos afirmar que es la capacidad de reconocer a cualquier sujeto de práctica como intelectual, quien más allá del sentido común, si ubica y usa los dispositivos suficientes, es capaz de producir una organización de su práctica en categorías que pueda conformar un cuerpo de saber. En ese sentido, el actor logra una valoración social de la práctica, y desarrollo empoderante de la experiencia, que coloca en un horizonte transformador a la práctica, el saber, los sujetos, las organizaciones.
La sistematización realizada desde los actores los constituye como sujetos en la acción, (práctica-teórica); es decir, no hay un sujeto externo que lee, sino que éste está implicado en la acción y al poder establecer esa nueva relación con ella produce un saber mediante el cual se hace presente su individuación. Es en ésta situación en la cual se realiza el reconocimiento de que se es histórico y que la propia historicidad es la acción que se desarrolla; allí se constituye el proceso de subjetivación y objetivación mediante el cual se es en esa práctica. Al enunciarla la convertimos en experiencia, la creamos a través del mundo que enunciamos y esto va a significar reconocerse como creador de mundos.
Como en el texto de Alicia, no me basta reconocer el tablero, con la razón, también con la emoción, pero hay que llevarlo más allá, participar en su realización, dar cuenta de cómo me he implicado en la acción y los problema de poder que ha generado en mí.
Participamos en procesos sociales que durante este recorrido hemos denominado prácticas pero que, a través del ejercicio de sistematización, queremos decir, a la manera de Alicia, que nos queremos convertir en actores de experiencia, siendo capaces no sólo de generar la práctica sino de construir un saber en y de ella, que nos de un nuevo contenido como personas y a la práctica como lugar en el cual ocurre el acontecimiento mediante el cual se desarrolla la individuación. A través de este ejercicio afirmamos la condición de cualquier practicante de que existe un campo de saber posible de sus prácticas como un ejercicio de reconocerse como un ser humano más integral y creador.
Por ello, la sistematización disputa con quien intenta venir a sistematizarla desde fuera, ya que en ella está toda la riqueza y lo que logran los dispositivos es permitir construir esa luz que muestra el sentido de la práctica organizado bajo enunciados de saber; esto se logra como fruto de que el actor enfrenta la condición de subalternidad en que había estado puesto para convertirse en constructor del saber de ese proceso que se sistematiza. En ese sentido renuncia a ser un simple instrumentalizador técnico o simplemente un portador de un proyecto que realizan otros y él mecánicamente desarrolla.
El sentido profundo de este empoderamiento está en que al construir el saber, el actor de esa práctica redescubre los regímenes de saber, poder y verdad que están presentes en ella, aún a nombre de las teorías e ideologías aparentemente más liberadoras. Esto significa que el ejercicio de empoderamiento también organiza dispositivos de futuro mediante los cuales cada quien busca inscribirse en regímenes de saber y poder que pretenden construir sociedad de otra manera a la que está siendo entregada por el poder y la verdad presentes en la práctica.
En este momento se produce una línea de fuga del lugar de la práctica, ya que exige hacer explicito el poder y el análisis de este, así de la manera como existe en la práctica, lo que desliga a los grupos que sistematizan a mostrar cómo el saber que se produce no sólo es crítico y de resistencia sino que tiene todos los elementos de ser un saber de transformación.
Por ello la manera como existe el poder en la práctica sistematizadora, es un contenido transversal del proceso de sistematización, que evita caer en enunciados técnocraticos y alerta sobre los intereses presentes en ella para explicitarlos.
11. La sistematización se realiza para proponer, recrear y transformar mundos
“¡Oh lirio irizado! Dijo Alicia, dirigiéndose hacia una flor de esa especie que se mecía dulcemente con la brisa. ¡Cómo me gustaría que pudieses hablar!
¡Pues claro que podemos hablar! Rompió a decir el lirio, pero sólo lo hacemos cuando hay alguien con quien valga la pena hacerlo…
¿Y pueden hablar también las demás flores?
También como tú, replicó el lirio, y desde luego, bastante más alto que tú.”
Como en este diálogo en el cual el ejercicio de negociación cultural (de Alicia y los lirios) genera una modificación de las cualidades de los lirios, el saber de sistematización es fundamentalmente un saber de resistencia que propone, interpreta, crea y nombra para constituir un saber que impugna y desde la indignación frente a la manera como existe el presente intenta ir sobre la realidad transformándola. Por ello, reconoce en el ejercicio de sistematización un ejercicio de saber y de poder, pero es un empoderamiento que se hace para tener la certeza de que otro mundo es posible y que lo sistematizado es el mejor ejemplo de ello, y para visibilizar búsqueda.
La sistematización se convierte en estos tiempos en procesos de producción de saber, que hacen posible en tiempos difíciles recuperar la esperanza de que algo distinto se está cuajando en lugares que no están afuera ni lejanos sino aquí y ahora en el mismo lugar de práctica que ahora hemos convertido en experiencia y el saber de est: un saber de esperanza y de lucha. Por eso la experiencia vuelve a la práctica transformada y la transforma. La llena de nueva potencialidad para ir de otra manera y organizar impugnación, resistencia y sentidos.
Es la sistematización su proyecto de creación de mundos no son enunciados desde teorías externas, sino que la práctica misma le muestra que es posible la transformación y allí aprende a recuperar la esperanza como algo paradójico que está presente con elementos que la niegan, y encuentra en la experiencia derivada de esa práctica una lectura diferente de la realidad. Esta realidad escrita desde su que hacer, la hace distinta, la modifica, a través de sus acciones, procesos organizativos, que enriquecidos con el saber que ha emergido de ésta práctica encuentra un sistema para enredarse (de red) con otras, que compartan proyecto y sentido y tener la certeza de que se puede construir tejido social más amplio.
En este ejercicio reproducción de saber se recrean mundos en cuanto re-crea el sentido no sólo de la práctica sino de la individuación, no es solo tomar forma como sentidos de vida sino también en la esfera del conocimiento otra subjetivación, y objetivación de la práctica que acontece en el ejercicio sistematizador. Y es capaz de reconocer que esos sentidos son construcción del proceso mismo.
En la actividad de producción de saber vivida, la emergencia de clases se describe mediante las cuales va a ser posible transformar: organizaciones, instituciones, pero ante todo, es de ahí de donde sale la certeza de que es posible recrear y transformar la sociedad.
Por ello podemos afirmar que la sistematización no solamente es una reconstrucción ni es un ejercicio metodológico para recuperar hitos, sino que ella misma cuando une sentido, novedad y valoración a través de sus enunciados de saber está construyendo los dispositivos de futuro que harán posible organizar socialmente los procesos que se sistematizan de otra manera, es decir que el ejercicio también lo realiza para mejorar la práctica.
Estamos ante una propuesta investigativa sobre la práctica, donde el sujeto sistematizador se transforma, en cuanto a través del ejercicio de producción de saber profundiza su proceso de individuación, gana en autonomía, ya que sale de los procesos de pura subalternidad y resistencia y construye un saber que lo convierte en negociador cultural frente a otras formas de saber existentes.
También anuncia un umbral nuevo más allá del saber, le dice que si construye con rigor va a poder relacionarse con otras teorías desde su propia producción y se coloca en un camino de buscar más allá del saber caminos de conocimiento para su saber es en el ejercicio de la sistematización metodológicamente el momento de diálogo e interlocución con teorías pre-existentes y existentes en idea práctica que le permite convertirse en productor también de conocimiento y teoría y participe de una comunidad específica de reflexión y acción.
Los actores de sistematización a través de este ejercicio, se reconocen como productores de saber y conocimiento y reconocen otra manera de ser en la sociedad desde el conocimiento y las prácticas para hacer visibles estos otros saberes que están presentes en ella, y que están en condiciones de disputar socialmente en el encuentro de pares de esos campos dando forma real al dejar de ser portadores de saber para convertirse en productores.
12. La sistematización es una intervención en la cultura a través de un proceso de deconstrucción de ella
“El inspector la había estado contemplando todo este tiempo. Primero, a través de un telescopio, luego por un microscopio, y por último con unos gemelos de teatro. Para terminar, le dijo:
Estás viajando en dirección contraria. Y fuese cerrando sin más la ventanilla.”
El ejercicio de sistematización significa una postura en el conocimiento frente a las formas y los sistemas en los cuales la verdad ha sido constituida en la organización del “conocimiento científico occidental” y hace un ejercicio práctico desde el campo del saber al cual también pertenece el conocimiento para colocarlo sobre otras bases epistemológicas. Por eso en esta discusión algunos con gran preocupación plantean que muchas de las posturas más críticas y apoyándose en las teorías más radicales políticas, cuando van al ejercicio de sistematización terminan haciendo una positivización del saber popular y de sus maneras de producción, y del uso empírico de sus resultados.
La sistematización hace un ejercicio de deconstrucción de los sistemas hegemónicos de producción del saber, de sus actores, de sus circuitos de circulación, de sus sistemas de reproducción y, en alguna medida, de los lugares y, de las formas como y en los cuales el sujeto y el objeto han sido colocados.
Este viraje en la mirada del saber y el conocimiento intenta transformar la manera de observar las prácticas que, a la manera del inspector de Alicia, la mira con todas las herramientas ya determinadas para observar, pero no entiende que Alicia va viajando en dirección contraria. En ese sentido, la sistematización es la búsqueda de esa dirección y de los lugares del saber propios de las prácticas que renuncia a muchos de los sistemas constituidos de producción de conocimiento para colocarse de cara a una realidad que configura de otra manera.
De esta manera, el lugar del sujeto sufre una transformación y se coloca más en las posiciones teóricas, que afirman que el lugar en donde está ubicado y las preguntas que se hace sobre lo que quiere mirar, así como los dispositivos que ordena para hacer visible la mirada que produce, significa un cambio frente a muchas de las miradas y observaciones que se han desarrollado en la investigación a través de sus diferentes enfoques, métodos y metodologías.
Por ello, uno de los esfuerzos mayores de cara al futuro va a ser producir una reflexión muy específica de estos lugares de encuentro, desencuentro y diferenciación de la sistematización como una forma de investigación propia, con cercanías y lejanías a algunos enfoques de las formas ya constituidas con sus desarrollos y particularidades específicas y propias, pero diferenciando frente a los desarrollos de las diversas disciplinas. En ese sentido, habrá que enunciarla con su nombre propio: sistematización y no simplemente como una investigación más.
Nombrarla así significa también reconocer su carácter autoformativo y siempre en proceso de constitución, en fuga, no dejándose aprisionar de técnicas, métodos únicos, sino planteando cómo la singularidad de las prácticas y del saber que se busca construir requieren ir al acervo acumulado de la sistematización para construir también desde la diversidad de enfoques, procesos y dispositivos, seguir la particularidad de aquello que se va a sistematizar, planteando aquellos que serían más precisos para el tipo de práctica que se pretende sistematizar, es la que determina el proceso, de esta manera se puede afirmar que no existen metodologías únicas.
En la sistematización no estamos sólo frente a una forma de apoderarse o tomarse el saber propio de las prácticas, sino que hay una subjetivación-objetivación que hace real el intento por acabar el adentro y el afuera y construir procesos que dan cuenta de la manera como se organiza un saber, que tiene como fundamento la singularidad de las prácticas; su destino es la producción de saber, su umbral la experiencia transformada y, como lugar territorial, el quehacer humano.
También la sistematización intenta, en el tipo de saber que produce en un mundo de conocimientos útiles y pragmáticos construidos desde y en la especificidad de las tecnologías educativas en sus visiones más conductuales, reconstituir la integralidad del ser humano que desde su práctica recupera y hace posible la producción de saber que en un pensamiento jerarquizado y organizado había sido hipotecado a unos pocos.
Por eso, la sistematización se convierte, en su ejercicio de producción de saber, en un acto de constitución de autonomía y, a su vez, de construcción de sujetos que desde sus condiciones territoriales específicas, están en condiciones de producir un saber que impugna, desdice, confronta y, en últimas, transforma las propias realidades y anuncia la transformación de esas otras que están en relación con él; por eso su apuesta en el saber y el conocimiento propone el saber como un campo de disputa de concepciones y de métodos para producir a partir de las prácticas.
La sistematización, al realizar el ejercicio de conocimiento y de saber en la secuencia práctica-experiencia-saber-teoría, teniendo siempre como referencia la práctica, va produciendo un replanteamiento y un desmontaje de esos regímenes de verdad, de sus dispositivos y, entonces, adquiere la característica de un saber crítico para la lucha, en cuanto ella misma en su ejercicio enfrenta los regímenes de poder y de verdad existentes en los sistemas del conocimiento y se convierte en un camino simple de autoproducción de saber desde las prácticas y las resistencias que replantea muchas de las maneras de mirar tanto la práctica como la teoría.
Es un saber constituyéndose, no es saber acabado y, por lo tanto en ella (la sistematización) están también presentes los distintos vectores de fuerza que desde el conocimiento intentan volverla a atrapar para que abandone la crítica y la resistencia y se dedique sólo a hacer diseños metodológicos secuenciales y positivizados en donde volvemos al comienzo: a ser recuperados por aquello que supuestamente estábamos cuestionando y abandonando y ha sido el fundamento de la crítica del saber sistematizador; ese saber hegemónico.
Siempre la literatura ha sido más rica y vale la pena recuperar de ella sus palabras en cuanto a los saberes, conocimientos, teorías y sus consecuencias sobre la vida cotidiana, aunque parece que nunca aprendemos; permítanme, pues, concluir nuevamente con Alicia:
“No nos peleemos, intercedió la reina blanca un tanto apurada. ¿Cuál es la causa del relámpago?
Lo que causa el relámpago, pronunció Alicia muy decidida, porque esta vez sí que estaba convencida de que sabía la contestación, es el trueno… --¡ay, no, no! Se corrigió apresuradamente. Quise decir al revés.
Demasiado tarde para corregirlo, sentenció la reina roja. Una vez que se dice algo, dicho está, y a cargar con las consecuencias…
Lo que me recuerda, dijo la reina blanca, mirando hacia el suelo y juntando y separando las manos nerviosamente. ¡La de truenos y relámpagos que hubo durante la tormenta del último martes…! Bueno, de la última tanda de martes que tuvimos, se comprende.
Esto desconcertó a Alicia. En nuestro país, observó, no hay más que un día a la vez.
La reina roja dijo:
Pues vaya manera más mezquina y ramplona de hacer las cosas. En cambio, aquí casi siempre acumulamos los días y las noches y a veces en invierno nos echamos al coleto hasta cinco noches seguidas, ya te podrás imaginar que para aprovechar mejor el calor.”
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